El efecto narcotizante del Mundial y el Gran Hermano no deben tapar los simulacros

Angel Di María festeja su gol en el de partido que están jugando Uruguay y Argentina por la eliminatorias del Mundial 2022. Foto NA



“El país está acorralado por la ineptitud y la corrupción del gobierno. La farsa oficialista que lidera Cristina Kirchner es el escenario en el que se desarrollan los más curiosos espectáculos circenses que montan a diario con total descaro, una gran falsificación de modelos políticos, económicos, monetarios y sociales.

La realidad es que con sus imposturas Cristina termina siendo la directora de una escuela de producción de ficción, que escenifica los guiones y montajes históricos de Carlos Zannini, que se apoya en la locura de decirle a la gente que “ser rico es malo”, mientras que quiénes declaran esa máxima, hacen una vida inalcanzable para cualquier mortal.

Una nomenclatura y una nueva oligarquía saqueadora, que lleva adelante cancelaciones culturales a todos aquellos que no compramos sus berretas historias oficiales.

Llevan más de 30 años fingiendo que son representantes del pueblo que van hundiendo en la miseria en que hoy están atrapados. Simulan guerras internas para disimular el abandono a los jóvenes y ancianos y el empobrecimiento de los trabajadores, aparentan guerras contra empresarios y acreedores a quienes favorecen y enriquecen, simulan guerras contra la Justicia para poder ser ellos la justicia, simulan guerras contra el periodismo para que haya cada vez más periodistas que no impugnen las mentiras oficiales, y no falta en ese menú de mentiras, los supuestos magnicidios frustrados que evitaron la muerte Cristina, cómo ha pasado antes también, del mismo modo, en copia burda con Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Se la pasan de simulacro en simulacro que terminan siendo inútiles, si nos atendemos, por ejemplo, a los que escenifican medidas para combatir el déficit que esconden búsqueda de financiamiento para poder gastar más en las elecciones del año venidero y poder regar el conurbano de dinero de campaña.

En estas más de tres décadas de mentiras y burlas podemos inventariar guiones que le sirven a varios montajes, veamos algunos:

Simulacros de política monetaria: Cristina, Alberto Fernández y Sergio Massa hicieron del Banco Central un casino financiero. Han jugado con la moneda nacional hasta el extremo de, prácticamente, desaparecerla luego de licuarla. Todo bajo el verso de que estás políticas son un salto hacia el bienestar de los argentinos. ¿La verdad? Tenemos un salario paupérrimo que es el más raquítico del mundo, tanto se ha devaluado nuestro peso que somos ahora de los más pobres de Latinoamérica.

Simulacro de la hermandad con Venezuela, Cuba y la dictadura de Manuel Noriega que esconden una sociedad delictiva criminal transnacional que incluye a las FARC y las franquicias de su droga en la región.

Simulacros de diálogos: cuando se la ven mal y no pueden darles curso a sus tropelías. Recurrentes sainetes que recopilan trampas y emboscadas, burdas acciones fingidas que ni llegan a ser comedias de diálogos. Varios temas, actores y anfiteatros han servido de señuelo en estos años.

Y el peor simulacro que están tramando, el simulacro electoral: uno de los engaños que termina siendo como una droga que genera adicción a la mentira y a la dependencia de los fraudes electorales. Espectáculos de falsificaciones de comicios en la provincia de Buenos Aires, en los que la magia revolucionaria hace ver que la gente vota, pero eso sí, nada de elegir, porque los naipes están absolutamente marcados y “al que reparte y reparte le toca la mejor parte”.

El simulacro de oponerse a las políticas que emprenden: vieja treta de los Kirchner con sus delegados cuando no les sirven más. 

En cualquier momento Cristina dice que Alberto gobierna en coalición con Juntos por el Cambio. ¿Qué busca con eso? No sólo despegarse del ajuste y la calamidad de su gobierno, sino tener la opción, siempre en estudio en el laboratorio de Zannini, de asumir la Presidencia de la Nación y que el proceso electoral, la encuentre como Presidente y candidata a la vez. Es la forma de poder llevar adelante una campaña, sin asumir lo que generó su gobierno, como si esos meses en que asumieran, fueran otro gobierno que nace y se pretende plebiscitar para continuar.

Cristina en 2023 no necesita fueros solamente. Necesita seguir teniendo poder. Si pierde la elección y deja de tener poder y mayorías en el Congreso, no asegura su impunidad y lo robado desde una banca en el Senado. Por el contrario, tendría más poder, liderando una oposición destructiva, con mayorías parlamentarias o bloques robustos, aunque o tenga fueros.

Hasta seguiría abonando, desde la jefatura de la oposición sus esfuerzos de manipulación victimista, por ser objeto de una larga persecución de años; que no es otra cosa que una larga ausencia de rendición de cuentas por su maquinaria piramidal de corrupción de las más espeluznantes del mundo moderno.

El Kirchnerismo es una cleptocracia que concentró el poder y acumuló riquezas a través del saqueo de los recursos del Estado. Cajas políticas y privadas, esquema piramidal de corrupción con cadenas de testaferros.

No sé puede resolver un problema con los que ayudaron a crearlo. La esencial naturaleza de las políticas del kirchnerismo es la corrupción como sustento, por eso la anuencia con el narco, los mandos medios de esa estructura criminal y piramidal de corrupción al morir Néstor se desbocaron y crearon el mercado interno de robarse entre ellos lo robado, esquema que ha causado muertes y por el que hoy se matan, y se enriquecen el doble, corrompiendo el triple y asesinando el quíntuple.

El otro gran simulacro es el de las variedades de dólar, control y congelamiento de precios, búsqueda de dólares a como dé lugar, ajustes para gastar más en 2023, toda una economía en modo electoral con proa en la provincia de Buenos Aires, epicentro de la manipulación y trampa electoral que Zannini elabora. No pasarán.

Pero los simulacros dejan moralejas. La más importante es que la política de coaliciones o frentes no puede ser sinónimo derejunte, mezcolanza o reciclados electorales.

Debe coincidir en el diagnóstico del presente y en cómo se salen solo así se puede elaborar programas y comunes denominadores supra ideológicos. El país necesita encauzar una política basada en principios e ideas que nos diferencien del régimen gobernante y contengan a los argentinos. Hay que defender una forma de ver y vivir la política.

Se debe terminar con los gerentes de la política, con el poder oculto detrás de quienes ponen la cara, que eclipsan a los buenos políticos en beneficio de proyectos personales y de poder, que no le aportan nada a la gente. Cambiar no es cambiar nombres. Es cambiar métodos, formas de concebir y ejercer el poder.

El mundial no debe esconder el momento más difícil que vive Argentina. Un país a punto de colapsar ante un poder que busca demoler las instituciones, arrinconado por las mafias y el narcotráfico. Jóvenes frustrados y abuelos olvidados. Urge cambiar el rumbo y salvar la democracia. Asistimos a los simulacros que tienen en el centro de la escena el capítulo de la victimización del relato K.

Siempre hicieron uso político de la muerte. Con la muerte del hijo del ingeniero Blumberg, con la muerte de Santiago Maldonado, con la muerte de Néstor Kirchner, a quién mostraban como el Eternauta, con la muerte del canciller Héctor Timerman acusando a la oposición de perseguirlo, con la muerte del fiscal Alberto Nisman, la que llegaron a decir era para dañar a Cristina y culparla, y la más asqueante y reciente actitud de la vocera presidencial Gabriela Cerruti, con los familiares de las víctimas del manejo criminal del Gobierno de la pandemia, diciendo que eran personas complotados con la derecha cipaya.

Cristina y sus hiperbólicas acusaciones a la Justicia, la prensa y la oposición, por recomendación de Carlos Zannini sigue apostando a cavar y ahondar una fisura incurable entre sus fanáticos y los ciudadanos de a pie.

Para el gobierno hay muertes que valen y otras que no. Las del Covid no valen porque no les sirven políticamente. Es más, tienen las manos con sangre.

Sin una reforma estructural este país queda preso de un populismo decadente que va a seguir administrando pobreza. Urge detener la decadencia moral, política y económica de un populismo suicida y demencial.

Hay que explicarle a la sociedad cuál es la salida para frenar esta hemorragia por la cual los chicos se sienten excluidos de nuestra Nación.

Hasta cuándo vamos a permitir que con las cajas empobrecidas del Estado (Pami, Anses, Aerolineas, YPF, etc) La Cámpora siga haciendo actos onanistas sólo para auto complacerse y criticar a su propio Gobierno, por el ajuste de Massa, al cual ellos mismos pusieron en ese lugar.

Si la demolición institucional que busca la Vicepresidente se hubiese concretado replicando el modelo familiar, militante y servil de la Justicia de Santa Cruz, jamás se hubiera ordenado incorporar al Consejo de la Magistratura a Luis Juez y esa trampa de Cristina hubiera sido convalidada.

Cristina Kirchner se indigesta cada vez que advierte que no ha podido demoler todas las instituciones; como lo ha hecho en Santa Cruz.

La incorporación de Luis Juez al Consejo de la Magistratura vale como muestra que podemos volver s reconstruir la República.

Juan Grabois y Zannini tienen algo en común, aparte de acumular miles de millas por vivir volando. Ambos son siempre repudiados por los pasajeros que no comulgan con viajar con parásitos del Estado. Por supuesto rechazamos toda forma de escrache, mas allá de la estatura moral de aquellos que aman adelantarse en la cola.

Zannini fue maoísta en los 70, hábil secuaz de Néstor en los ´80 y ´90, presidente de la Corte Santacruceña, dueño de la firma de Néstor en su Presidencia. 

Hoy termina su carrera como artífice del plan de demolición institucional de CFK. Todo un premio para una carrera plagada de éxitos, que lo lleva a ser uno de los políticos más repudiados por la gente.

Hay que hablar de las reformas que necesita este país. La oposición debe consensuar 10 reformas claves y firmar un compromiso.

Más allá de las candidaturas que van a hacer con el sindicalismo mafioso. No podemos padecer como Raúl Alfonsín con la mafia sindical.

La sanción de una ley de “hórreo productivo” contra la voracidad impositiva y fiscal que garantice reglas de juego claras por 30 años.

Nueva ley de Coparticipación; reforma electoral, laboral y fiscal; recuperar el estado para los ciudadanos, y terminar con el estado parasitario de La Cámpora y el PJ y las empresas del Estado; reforma previsional.

¿Qué vamos a hacer con la permanente monetización del déficit?

Hay que enterrar a todos los tipos de populismo. Que el votante elija y sepa el camino y los plazos que vamos a necesitar para estabilizar la economía.

Hay que decirles la verdad a los argentinos. Debemos decirles que, si hacemos las cosas bien, recién para 2026 tendremos 35 por ciento de inflación mensual. Una inflación de 2,91% promedio mensual. 

Debemos explicar cómo vamos a producir aprovechando todos los recursos que tiene el país y haciendo un aprovechamiento integral de los recursos de todo nuestro territorio.

¿Qué vamos a hacer con la minería? Ocupamos la misma línea en el globo que dos potencias mineras (Chile y Australia) y nosotros tenemos más recursos potenciales sin explotar.

¿Qué vamos a hacer con los recursos del mar argentino sin explotar? Urgen reformas estructurales porque Sergio Massa agotó la economía gradualista del parche. Hay que ver quiénes, cuándo y cómo se van a concretar esas reformas, de lo contrario sería más de lo mismo.

Cuando asumió Fernando De la Rúa la presidencia de la Nación, Ricardo López Murphy fue muy claro con las reformas que había que hacer, la sociedad eligió un atajo y se vino la crisis del 2001. No hay que repetir esa lección de la historia.

A los gradualistas se los va a fagocitar la mafia sindical que va a operar en complicidad con los inescrupulosos de La Cámpora, no hay que subestimarlos, porque no tienen nada que perder con una Cristina condenada.

Hay que debatir en la coalición lo que propone Mauricio Macri y no la figura de Macri en sí, como quiere Cristina, cuya única propuesta es más pobreza, atraso y decadencia institucional.

El histórico desapego del kirchnerismo a los fallos de la Corte desde el caso del procurador Eduardo Sosa, en adelante, colocan a la Argentina como uno de los países con menos seguridad jurídica del mundo a la hora de invertir.

El alzamiento de Cristina Kirchner contra el fallo de la Corte que repone al senador Luis Juez al Consejo de la Magistratura, mantiene el clásico bonapartismo de los K, ya expresado cuando se negaron a reponer en su cargo al Procurador Sosa depuesto por investigar la corrupción en Santa Cruz mediante una ley espuria que demolió su cargo.

En la concepción de La Cámpora, hay una guerra contra el poder económico y con la Justicia. Que poco aprendieron del desastre de sus primos Montoneros.

La postura de Cristina Kirchner y de los senadores del oficialismo de desconocer el fallo de la Corte, en el caso de Luis Juez, solo puede explicarse en el marco de esta guerra al empresariado y a la Justicia, que ha declarado La Cámpora. Claramente un acto demencial e irresponsable, en medio de este naufragio económico y social.

Planeros VIP que compran dólares con un BCRA fundido, presos liberados en plena pandemia que hoy matan gente, vacunados VIP robándole el lugar a los viejos, bloque oficialista trucho en el senado para robarle a la minoría el representante para el Consejo de la Magistratura.

Hoy se alzan contra la Corte, que quiere poner las cosas en su lugar. ¿Si esto no es el gobierno del robo y la trampa, que es? ¿Quiénes son los responsables de haber concedido planes a troche y moche a gente que paga bienes personales? ¿Quién financia a organizaciones narcopiqueteras que después venden droga en el Conurbano?

Mucha movida paraestatal, que ahora salta como pus, por esta interna de La Cámpora con el Gobierno, debemos exigir la renuncia de los responsables políticos. 

Ante la verdadera guerra sin cuartel entre La Cámpora y el Gobierno, Cristina quiere distraer a la opinión pública con la tentativa de atentado, hecho ya agotado y esclarecido por la Justicia.

Las únicas víctimas son el 50 por ciento de los argentinos que no llegan a fin de mes, los jóvenes sin trabajo y los niños indigentes sin futuro, en un país que es una verdadera fábrica de pobres.

El presidente Alberto Fernández de tertulias con Emmanuel Macron; Cristina en el lodo con los copitos, la interna del PJ, y con Gregorio Dalbón buscando chicanas para frenar la catarata de condenas que se avecinan. La historia la está poniendo en su lugar. Con los K nunca saldremos de esta crisis porque son sinónimos de los antivalores.

Mejor un plan o un cargo, que trabajar. Mejor adelantarte en la cola que esperar tu turno.

Los de arriba pueden robar porque lo hacen para la liberación. CFK está por encima de la Justicia porque fue elegida por el pueblo y los gorilas la persiguen. 

Quizás algunas cosas estén mal…ahh pero Macri. ¿Decime cómo salimos de está pensando así?

El Gobierno va a aprovechar el efecto narcotizante del Mundial y el Gran Hermano para meter toda la basura bajo la alfombra (condena a Cristina, ajuste massista, guerra camporista). Pero no van a poder ocultar la ley de gravedad. Todo lo que caiga tendrá que caer. Todo lo que tenga que explotar, explotará.

A veces da uno en malpensar que, sin el efecto narcotizante del Mundial y el Gran Hermano en la tele, este sería un país de lo más aburrido… o de lo más pendiente de los dislates del gobierno”.

Por Álvaro de Lamadrid es un ex diputado nacional de la UCR en la coalición Juntos por el Cambio.