“Desde el inicio del gobierno del presidente Alberto Fernández aquel 10 de diciembre de 2019, el oficialismo ha hecho todo lo posible por destruirlo todo, incluso todo lo necesario para su propia autodestrucción.
La campaña electoral que concluye con la victoria de la actual coalición gobernante basó sus promesas en cuatro ejes propagandísticos: mejorar el haber de los jubilados –que se lograría dejando de pagar “los intereses de las Leliqs” a los “especuladores”-, “llenar las heladeras de los argentinos”, “encender las parrillas” y “dejar de endeudarnos como nos hizo el macrismo”.
Todo este destello de aseveraciones con tono electoral tenía un claro destinatario: una base de posibles votantes que tenían entre sus recuerdos más nostálgicos mejores tiempos kirchneristas: la utilización de cada dólar disponible en el BCRA, la estatización del sistema de jubilaciones privadas (AFJP), la pulverización de los “superávits gemelos”, el sistema de subsidios millonarios que destruyeron el sistema energético, el atraso cambiario que derivó en el cepo cambiario más crudo del siglo y millones de planes y asistencias sociales junto a millones de jubilaciones otorgadas a cualquiera que lo requería, lograron que el kirchnerismo resulte victorioso en el cuarto oscuro.
Todo falló: las heladeras nunca dejaron de estar vacías y las parrillas siguieron apagadas. Desde que asumió el actual gobierno la inflación en “alimentos y bebidas” ha sido del 388,1%, la del rubro “indumentaria” del 518,3% y la inflación general ha sido del 352,5%. Hoy el incremento de precios de los últimos 12 meses se ubica en el 102,5%, un nivel inflacionario que no se observaba desde Octubre de 1991. El dólar que ha oficiado de ancla inflacionaria ha sufrido lo suyo: el Presidente tomó el poder con un dólar oficial de 63 pesos (hoy tiene una cotización de 209,50 pesos) y un dólar financiero en torno a los 75 pesos (dólar éste que se ha multiplicado algo más de cinco veces hasta el día de hoy).
Los jubilados fueron los grandes estafados de los últimos años. El actual gobierno se ha encargado de modificar la fórmula de movilidad jubilatoria por una que no contempla la inflación.
Hoy los jubilados pierden sistemáticamente poder adquisitivo e intentan compensarlos con bonos miserables que siempre dependen de la voluntad del funcionario de turno. En campaña electoral el actual Presidente había prometido incrementar las jubilaciones “con los intereses de las Leliqs”. Resulta increíble –independientemente de la inconsistencia en los dichos de campaña de Alberto Fernández- que el 10 de diciembre de 2019 la tasa de referencia del BCRA era del 63% y hoy es del 78%, 15 puntos más. Los jubilados y pensionados han perdido en torno al 12% de su ingreso real desde que volvió el kirchnerismo al poder. Han terminado de transformar a ANSES en una gran caja de subsidios.
El desendeudamiento tampoco fue una promesa cumplida. Este gobierno se ha endeudado a mayor velocidad que cualquier otro gobierno, renovó sin titubear el acuerdo con el FMI tan criticado a su antecesor y hoy tiene deuda en pesos por el equivalente a 4 veces todo el circulante de dinero de la economía. Sólo en deuda del Tesoro Nacional (sin tener en cuenta deuda del Banco Central) la gestión de Alberto Fernández ha incrementado los niveles de deuda en 83.200 millones de dólares, más que Cristina Kirchner en sus dos mandatos y que Mauricio Macri en el suyo.
Intentos de expropiación como el ocurrido con la agroexportadora Vicentin en plena pandemia (que dieron cuenta del peligro permanente al que se encuentra expuesto el derecho de propiedad), la cuarentena eterna que destruyó miles de comercios, pymes y empleos, una actividad económica que en términos de riqueza per cápita nos ubica al mismo nivel que hace 15 años y un salario real en dólares que nos remonta al año 2004, suman algunos condimentos adicionales que terminan de explicitar el más rotundo fracaso.
El kirchnerismo está proscripto y no precisamente por el accionar de la Justicia o de algún tipo de persecución propia de otras épocas. El kirchnerismo está proscripto por la propia realidad: ya nadie más quiere seguir viviendo las desgracias y miserias propias de un populismo absolutamente agotado”.
Por Manuel Adorni